Para su ultima serie de esculturas Medín Martín acudió a los barrancos, pero no para perderse como asegura el niño en el poema Alondra del niño extraviado, dedicado a Anatael García Cabrera, del gran poeta gomero y canario Pedro García Cabrera -Que no, papi, que no es cierto/que yo me hubiera extraviado/aunque tú te lo creyeras/y lo haya dicho la radio./Con sus pelos y señales/te diré lo que ha pasado:/estuve viendo las ranas/bajo el puente del barranco-.(1)
Las casualidades han hecho que Medín fuera a los barrancos, "como consecuencia añadida de una investigación que realizaba su hijo, y en la que él mismo se vio involucrado"(2) El lugar escogido para estas investigaciones y andanzas se encuentra en la costa del municipio en el que Medín reside y trabaja desde hace años, Guayonje en la costa de Tacoronte. Y aquí las casualidades, o no tanto, volvieron a llevar a Medín a otro encuentro reconfortante, la obra de otro gran poeta canario, Arturo Maccanti, que acabó por alumbrarle el camino que venía buscando desde hacía algunos años, sobre el estudio del paisaje insular -Carne abierta de mi tierra,/magua del agua,/guitarra del viento loco,/barranco,/hendidura llena de luz,/te precipitas/en el abrazo azul del Mar Atlántico,/Guayonje...-(3)
Porque, "¡qué son estas islas sino barrancos!", como afirma Medín, y me hurta con su convicción algo que he sentido desde mi propia infancia, sobre todo cuando he vivido y transitado en tierras del norte de La Palma, toda la isla de La Gomera y el interior de Gran Canaria. En los barrancos ha estado casi todo para muchos canarios, en particular para pueblos como el gomero, pues por él transcurre uno de nuestros bienes más preciados y escasos, el agua, junto a ellos surgen algunos de nuestros cultivos más productivos, y en ellos se refugia la mayor parte de nuestra flora endémica. En los barrancos, en suma, ha estado buena parte de nuestra suerte y nuestro destino -El aire entraba en mí sin encontrarme/En el globo cautivo de mi pecho/me contaba las islas invernadas,/las agudas piteras, los barrancos,/los desmandados mares sin adioses...-(4)
Medín Martín ha reunido, a lo largo de los dos últimos años, una veintena de obras, la mayoría de pequeño formato, realizadas en barro cocido en su color férrico, de base circular, y presentadas sobre módulos de metal, agrupadas expresamente por el artista. Añade además Medín algunas obras realizadas en bronce, que adoptan incluso la forma de alguna isla, y otras realizadas en madera de cupreso y de tea, signo además de identidad, con incorporación de color. Hay formas que nos llevan a tantos volcanes y cráteres como tenemos en estas tierras, que a precisamente por ellos surgieron, y hay formas que nos trasladan a una vegetación que nos distingue, como el agrupamiento de los cardones o la verticalidad de las piteras. Son formas orgánicas, que se tornan en algunos casos formas sensuales. También hay color en estas esculturas de Medín, que como él mismo nos dice es signo de vida, la misma vida que surge también del seno de los barrancos.
Celestino Celso Hernández, 2008.
(1) Pedro García Cabrera (Vallehermoso 1905 - Santa Cruz de Tenerife 1981): Día de alondras, 1951.
(2) Celestino Celso Hernández y Carlos E. Pinto: La Vinal, Sala de Arte Juan Cas, CajaCanarias, La Laguna, noviembre de 2008.
(3) Arturo Maccanti: Cantar en el ansia, 1982.
(4) Pedro García Cabrera: Transparencias fugadas, 1934.