Viaje en el tiempo, de Medin Martín
En el momento en el que lo peor ha sucedido, y el mundo ha sucumbido al caos, un libro se convierte, en manos de un hombre solitario, en la única esperanza que le queda a la humanidad, para superar el apocalipsis que se ha apoderado de la Tierra. Resumido, éste vendría a ser el guión del argumento, escrito por Gary Whitta, con el que los hermanos Hughes elaboraron un largometraje de ciencia ficción, en el año 2010.
Medín Martín también posee un libro único, más bien una serie de libros muy personales, y esto no es material de ciencia ficción, sino que forma parte de su vida real, aunque aún no lo haya planteado ni propuesto para un nuevo guión. En sus cuadernos, Medín va anotando ideas y desarrollando bocetos, que más tarde relee y revisa, para darles la oportunidad de convertirse en obras de arte. Medín tiene siempre a mano esos pequeños cuadernos, sobre todo cuando se mueve en su taller. Pareciera como si no acertara a encontrar las cosas, incluso las herramientas, sobre todo las ideas, si no los tiene a mano, como si se viera perdido si no sabe que sus cuadernos andan por las cercanías. En sus libros, en sus cuadernos, Medín va escribiendo la historia más cercana, que sobre él se pueda contar. Son láminas del tiempo, del tiempo que él ha vivido y en el que ha trabajado sus esculturas. A otros corresponderán las lecturas e interpretaciones, y tal vez hasta el desarrollo argumental de una nueva historia, en este caso del esfuerzo y empeño de un escultor, sin descanso, que ve transcurrir sus días y nacer sus obras, en unas islas atlánticas.
Estos cuadernos de apuntes le llevan a Medín, en ocasiones, a otros libros, que le remiten a los primeros tiempos, a los cuentos infantiles, y a volver a soñar con las historias, que entonces creyó como verdaderas, desde el príncipe a la princesa, del rey al paje, del amante al brujo o visionario, y que ahora él recupera, recordándolas y también recreándolas. Esta es una fuente de inspiración sobre un modo de vida, sobre un tema, que ha alimentado al escultor, y que para esta ocasión convierte incluso en protagonista.
La cosecha escultórica, de este último año dos mil doce, ha dado como fruto una nueva exposición, en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias. Medin nos presenta el resultado final, extraído de los múltiples bocetos, y mejores ideas, que hace ya algún tiempo fue depositando y guardando en sus muy trabajados libros de apuntes. A Medín hay que agradecerle estas nuevas esculturas, porque nadie le puede quitar ese espíritu de continuas indagaciones, de búsqueda en la materia, pese a que puede presumir de conocer buena parte de sus secretos. ¿Qué le podrá seguir ocultando, por ejemplo, la madera?, y mira que no para de acudir a ella, mimarla, trabajarla, darle formas nuevas, y hasta atreverse a acompañarla de materiales, originariamente ajenos, para ver cómo conviven, cómo se entienden o cómo se alejan. Otro tanto podríamos decir también de la piedra, y en los últimos tiempos, además, de materiales industriales, como los derivados plásticos. Medín ha reunido, sí, un buen conjunto de dieciséis nuevas obras, en madera, barro y bronce, a las que, según cada caso, añade pintura, laca y goma.
Una de las obras, que Medín nos presenta en Puerto de la Cruz, y que se nos asemeja a una gran portada, lleva por título Tiempo de cambiar. No se equivoca, y seguro que habla no sólo de su propio proceso artístico, sino también, muy probablemente, de los tiempos que nos ha tocado vivir, de los que el escultor nunca ha estado ajeno, prestando como contrapartida su saber, su sensibilidad y hasta su solidaridad.
Celestino Celso Hernández, 2012.