La uniformidad es la muerte; la diversidad es la vida.
Mijail Bakunin.
Mijail Bakunin nos legó este pensamiento en el siglo XIX y hoy esta frase cobra más sentido que nunca, pues una de las características más significativas del mundo actual es la diversidad, que supone la aceptación de lo plural, la valoración de lo diferente. Nuestras ciudades aparecen iluminadas por modas, lenguas, tradiciones, culturas, razas, entrenzadas en una bella armonía vital.
Esta diversidad es hermosa. Los elementos que la conforman vienen de distintos horizontes y se enriquecen mutuamente. Los canarios, desde la cuna, hemos disfrutado la diversidad que los diferentes pueblos han ido regalando a las Islas. Peculiares hablas, singulares fiestas, distintos ritmos, danzas e instrumentos, atractivos microclimas, tierras doradas de las Islas Orientales y verdes vergeles de las Islas Occidentales convierten al Archipiélago en un espacio que rechaza la uniformidad.
Medín Martín es un hombre comprometido con su tiempo, y su arte no puede, por tanto, dar la espalda a la realidad que estamos viviendo. Las piezas de esta colección se han concebido como Ofrendas, como dádivas en muestra de gratitud o amor, a diferentes elementos naturales, que se unen artificiosamente como metáfora del reconocimiento, de la tolerancia y del respeto que se debe al “otro”. No hay lugar, pues, para los seres sin alma –aniquiladores de la naturaleza, maltratadores de mujeres, acosadores de pueblos que consideran inferiores- que autoafirman su poder violando los derechos de los diferentes, porque ignoran que vivir civilizadamente es convivir con ellos.
El valor que para Medín Martín tiene la diversidad le exige que, estilos que ya ha ensayado, tímidamente, en anteriores series, se conviertan en protagonistas de esta nueva aventura. Por una parte, el tallado de la madera y el engaste y la superposición en ella de materiales como el plomo, el bronce, el cristal, el esmalte, nos sumergen en un mundo de contrastes que enriquecen al ser humano: lo duro y lo frágil; lo útil y lo bello; lo natural y lo artístico. Por otra, las diferentes formas: interior de vainas alargadas que dejan al descubierto las cunas de las semillas; redondas, sinuosas y eróticas curvas de cuerpos femeninos, que son principio de vida; lavas negras que han dado origen a la existencia contradictoria de las islas; parcelas de la memoria que dibujan experiencias y tradiciones; fragmentos de paisajes evocadores de la infancia. Formas que se mezclan y dan lugar a la unión orgánica, a cuerpos que gritan su amor a la vida.
Cada pieza es única y símbolo de vida. Son “ofrendas” sin nombre, regalos anónimos que han recibido igual mimo de las manos de su creador. Lo verdaderamente importante para el artista es la simbiosis del arte y de la vida, dos existencias nacidas de la conjunción de los diversos materiales y formas, de las múltiples modas y lenguas, de las plurales tradiciones, culturas y razas.
Mª Eugenia Padrón San Juan, 2006.